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ATENEO de MELIPILLA Juan Fco. González

Tras la huella de un visionario

Tras la huella de un visionario

 "Expedición Malaspina: una frustración histórica"

Por Jaime Romanini Gainza 

En las postrimerías del siglo XVIII, el Imperio Español bajo el despotismo ilustrado del soberano Carlos IV debió enfrentar un escándalo con implicancias políticas, históricas y científicas, que contribuyó a debilitar la monarquía e impidió que ésta pudiese adoptar medidas eficaces tendientes a mejorar sus relaciones con las colonias. 

 Antecedentes 

 Desde que ascendió al trono de España, la Casa de Borbón, de origen francés, comenzó una serie de profundas reformas destinadas a reinsertar el Imperio en calidad de una gran potencia en el mundo. Para ello, y conforme a las nuevas ideas de la Ilustración, era indispensable asumir el conocimiento científico como un fuerte apoyo para el desarrollo de los pueblos. Otra consideración que tenía algunos adeptos en la Corte era el interés de mejorar las relaciones (principalmente comerciales) con las colonias, lo que hacía altamente necesario un mayor conocimiento de ellas. 

 El soberano español Carlos III (1759-1788) pensaba que la prosperidad estaba en estrecha relación con el desarrollo de la educación y la cultura, por lo tanto, impulsó la investigación científica, reformó la docencia y apoyó la difusión de los conocimientos. Pero a la muerte del Rey, su heredero, Carlos IV, conocido por su débil voluntad, y el veloz desarrollo de acontecimientos políticos en Europa, cambiaron los escenarios.  

 La expedición del marino italiano Alejandro Malaspina se relaciona con aquellas circunstancias y se sitúa en el final del período de Carlos III y el inicio del reinado de Carlos IV, y aunque no fue la única expedición científica emprendida por la monarquía española, sin duda fue la de mayor importancia de todas por el volumen de conocimientos que permitió obtener en el terreno de la geografía, hidrografía, astronomía, antropología y de las ciencias naturales, al mismo tiempo que con ella se dejaba de manifiesto el interés de la Corona por sus dominios.  

 Malaspina 

 Si un navegante genovés, Cristóbal Colón, descubriendo el nuevo continente abrió paso a los futuros conquistadores hispanos, tres siglos más tarde otro marino italiano encabezaría una gran expedición, también española, con la expresa intención de redescubrir América, pero  ahora, desde una perspectiva científica, política y comercial.  

 Alejandro Malaspina, el hombre elegido por Carlos III para llevar a cabo tan importante misión para la Corona, nació el 5 de diciembre de 1754 en el pueblo de Mulazzo, cercano a Parma, en Italia. Sus padres fueron el Marqués Carlo Morelo y Caterina Meli Lupi, Príncipes de Soragna. Entre 1762 y 1765 vivió en Palermo, bajo la protección de su tío, el Virrey de Sicilia. De 1765 a 1773 estudió en el Colegio Clementino de Roma, siendo aceptado ese último año para ingresar a la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén de la isla de Malta, una magnífica escuela náutica. Luego de su instrucción naval, participó en varios combates contra los piratas del Mediterráneo dando innumerables pruebas de su valor.  

Entre 1776 y 1778 Malaspina dio la vuelta al mundo en la fragata Astrea. Seguramente ese viaje marcó su destino. En ese tiempo, el joven Malaspina podía sentirse orgulloso: poseía una sólida formación científica en varios campos producto de sus estudios de Platón, Plinio, Aristóteles, Galileo, Leibnitz, Boyle, Newton, Torricelli y otros pensadores y científicos de quienes obtuvo conocimientos en diversas disciplinas. Su competencia en el arte de navegar y su valor y buen juicio eran reconocidos. 

 Malaspina propuso al gobierno español una expedición científica alrededor del mundo. Los objetivos que planteó el marino al soberano español eran varios: obtener información científica en varios campos, como la geografía, la historia, la astronomía, la etnografía, la botánica y la zoología; levantamiento de planos y mapas de los puertos y tierras considerados en el itinerario; y, en forma especial, observación de la situación política de los países visitados planteando las siguientes consideraciones al respecto:

  - Analizar los intereses de la monarquía española en los territorios de ultramar, considerando que ellos son diversos y, en muchas ocasiones, contrapuestos. 

  - Estudiar la situación del sistema de comercio entre España y América, en especial las posibles manufacturas americanas. 

 - Describir detalladamente la administración española y sus defectos. 

 - Visualizar posibles conflictos con las potencias marítimas extranjeras en el Pacífico.

 Alejandro Malaspina se convirtió con su empresa en uno de los más destacados exploradores que recorrió América durante el siglo XVIII. Se le cuenta entre esos escasos marinos intelectuales que, simultáneamente a poseer una excelente formación teórica, también tenía los atributos de un gran capitán a lo que sumaba una importante dosis de manejo diplomático. 

La expedición 

El 30 de julio de 1789 la expedición partió desde el puerto de Cádiz. Aunque todo su trámite administrativo fue rápido, era una empresa largamente meditada y minuciosamente preparada.  El 10 de septiembre de 1788, casi un año antes, el propio Malaspina había presentado ante el eficiente Ministro de Marina, don Antonio Valdés y Fernández-Bazán, su proyecto que tenía sólidos fundamentos en los exitosos viajes de James Cook (1728-1779) y Jean Francois Galaup La Pérouse (1741-1788), respaldados por las coronas inglesa y francesa, respectivamente. 

En su propuesta Alejandro Malaspina no sólo consideraba un viaje científico. Había también, paralelamente, un aspecto político-estratégico que apuntaba a obtener información sobre tópicos fundamentales para el Rey, bajo cuya soberanía se encontraba el extenso territorio colonial de América, ambicionado por las otras potencias europeas, entre ellas Francia. En concordancia con esto, en su escrito al ministro Valdés, el marino italiano formuló claramente sus otros objetivos: construir cartas hidrográficas para las regiones más remotas de América; crear derroteros que pudiesen guiar con acierto la poca experta navegación mercantil de la época; e investigar el estado político de las regiones de América, tanto en lo que concierne a sus relaciones con España como con las otras naciones.  

Aunque la historia enseña que, generalmente, en todas las expediciones científicas, ciencia y política viajan juntas, en el caso de la empresa de Malaspina el único objetivo público debía ser el científico. La recolección de antecedentes e información  de carácter político tendrían carácter secreto.  

El “placet” real, o sea el beneplácito del Rey para el proyecto expedicionario, lleva fecha 14 de octubre de 1788, poco más de un mes después de ser presentado al soberano, un hecho poco usual en la Corte en aquella época, seguramente debido al convencimiento del soberano de su importancia y al decidido apoyo del Ministro de Marina, don Antonio Valdés y Fernández-Bazán. Dos meses después, el 14 de diciembre murió Carlos III. Y a los seis meses, Malaspina inició su expedición. Dieciséis días antes de su zarpe, había estallado la Revolución Francesa.  

Bajo órdenes del Rey Carlos III, primero, y de Carlos IV, luego, los recursos imperiales habían sido velozmente puestos a disposición de Malaspina. En  seis meses se construyeron las corbetas Descubierta y Atrevida, con particulares características: sus obras vivas fueron protegidas con láminas de cobre para impedir la acción de los moluscos que se fijan en las maderas sumergidas y las perforan, y a sus fondos se les dotó de doble casco para ponerlos a resguardo de cualquier posible varada. 

Al mismo tiempo que se construían las naves, se realizó una amplia pesquisa de información y antecedentes que serviría para mejor orientar a los expedicionarios.  Se consultó a los científicos y navegantes europeos con mayor conocimiento o experiencia en o acerca de viajes transoceánicos y sobre instrumental científico. Se pidió opiniones y recomendaciones a la Academie des Sciences, a la Royal Society y al Observatorio de Cádiz sobre los aspectos referidos al objetivo “abierto”, u oficial, de la expedición. Se recolectó la mayor información posible de los archivos reales.

Fueron revisados los fondos del Consejo de Indias. Se adquirió y/o se hizo construir ex profeso, el más avanzado instrumental científico-técnico bajo la atenta supervisión de Malaspina en talleres de Londres y París, en algunas casas especializadas de Madrid y en el Observatorio de la Marina de Cádiz, incluyendo, entre ellos, relojes, cronómetros, cuadrantes astronómicos, sextantes, agujas azimutales, teodolitos y cámaras ópticas portátiles, entre otros. 

Y, simultáneamente, se seleccionó, con extraordinario cuidado, a los 204 hombres que habrían de formar parte del viaje. Bajo las órdenes de los comandantes de la Descubierta y de la Atrevida (Alejandro Malaspina y José Bustamante y Guerra), viajaron dieciocho oficiales, dos médicos cirujanos, dos capellanes, un cartógrafo, tres naturalistas (Antonio Pineda, Tadeo Haenke y Luis Neé), cuatro pilotos y seis dibujantes, en la primera nave el profesor de pintura  don José del Pozo y en la segunda  el disecador y pintor José Guio.          

Si bien en el proyecto original se pretendía circunnavegar el planeta, en su desarrollo se encontró más conveniente cruzar dos veces el Océano Pacífico para un mejor conocimiento de los territorios bajo el dominio español.            

El Itinerario 

El primer contacto con tierras americanas lo hizo la expedición al llegar al puerto de Montevideo. Desde allí se envió un grupo de investigación a Buenos Aires. Luego las dos naves recalaron en Puerto Deseado, reconociendo la costa patagónica (que en aquel tiempo estaba bajo la jurisdicción político-administrativa de la Capitanía General de Chile) y las Islas Malvinas. Bordearon el Cabo de Hornos y ascendieron por la costa del Océano Pacífico hasta San Carlos de Chiloé (Ancud), el último bastión meridional de las posesiones coloniales.  

La derrota (trayectoria seguida por las embarcaciones) continuó por la costa del Pacífico: visitaron Penco, Valparaíso, el archipiélago de Juan Fernández y Coquimbo con un extenso estudio al interior de los puertos mencionados. Los barcos prosiguieron viaje hacia El Callao y, desde aquí, hacia los puertos de Acapulco y San Blas de California.

Mientras los naturalistas se dedicaban al estudio detallado de las producciones de los ricos virreinatos americanos, las corbetas recorrían el litoral, hasta alcanzar los 60º de latitud norte (Alaska), a la búsqueda del supuesto Paso del Noroeste.          

A fines del año 1791 se prepara el detallado estudio del estrecho de Juan de Fuca que separa la isla de Vancouver de la Columbia Británica, un trabajo que habrían de completar los oficiales Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés durante el siguiente año, segregados ya de la expedición. En la misma fecha ésta alcanzaba las islas Marianas y Filipinas llegando primero a la isla de Guam, para fondear luego en el puerto de Palapa y en el de Sorsogón.  

Posteriormente la Atrevida se dirigió a China, Macao y Cantón, puertos de extraordinaria importancia comercial, en tanto la Descubierta permaneció en Filipinas reconociendo la costa oeste de la isla de Luzón.  Ambas corbetas se encontrarían en la bahía de Manila el 20 de mayo de 1792, permaneciendo en dicho puerto hasta mediados de noviembre. Durante ese período los naturalistas contactaron con Juan de Cuéllar, botánico al servicio de la Real Compañía de Filipinas y exploraron el interior de la isla de Luzón.  

Durante el verano austral las corbetas navegaron por Nueva Guinea, Islas Salomón, y Nuevas Hébridas; a fines de febrero de 1793 recalaron en Bahía Dusky (Nueva Zelanda); un mes después alcanzan Australia donde visitan Puerto Jackson y, durante el mes de abril, reconocieron Bahía Botánica. 

De vuelta, la expedición completó sus datos sobre la costa de Chile, dobló nuevamente el cabo de Hornos, visitó por segunda vez las Islas Malvinas y el Río de la Plata para llegar, en febrero de 1794, al puerto de Montevideo.         

El 21 de septiembre de 1794, más de cinco años después de su partida, las corbetas Descubierta y Atrevida fondeaban en la bahía de Cádiz y, como mal presagio, una densa neblina dificultará su llegada. En su travesía habían atracado en treinta y cinco puertos y algunos, como el de Acapulco, El Callao, Talcahuano, las Malvinas o Montevideo, visitados en más de una ocasión.  

La expedición no dio la vuelta al mundo, como lo hicieron las de sus referentes, Cook o La Pérouse, pero sí cumplió una buena parte de sus cometidos: su colección de cartas hidrográficas era magnífica; se había llevado a cabo una interesante serie de trabajos sobre el magnetismo terrestre y la gravedad; se inspeccionaron las más ricas minas de México y Perú evaluando sus recursos productivos y sus sistemas de explotación; los naturalistas portaban una buena colección de pliegos de herbario, algunas muestras mineralógicas y un número nada desdeñable de animales y una colección de materiales etnográficos; y, por parte de los dibujantes, se había realizado un atinado trabajo iconográfico: casi un millar de imágenes entre plantas, animales, paisajes, tipos etnográficos, ritos y tradiciones y un inmenso álbum de los territorios coloniales pertenecientes a la Corona. Sobre todo, se recopiló una amplísima información sobre las relaciones comerciales y el gobierno de la América española.  

El regreso 

Alejandro Malaspina conocería la gloria tras su llegada a Cádiz, al punto de considerarse su nombre para ocupar el cargo de Ministro de Marina.  

Producto de la visión política y económica que obtuvo como resultado de la misión secreta de su expedición, Malaspina concluyó que lo más conveniente para el reino era crear con las colonias una Confederación de Estados. Pensaba que debía abandonarse el dominio militar directo y, paralelamente, construirse una sólida relación comercial.  

Luego de ser ascendido a Brigadier, Malaspina expuso sus ideas respecto al futuro de las colonias, las mismas que había madurado durante su viaje y, a pedido de la Reina María Luisa, trazó un plan de gobierno que en una de sus partes decía en relación al estado del Imperio: "El erario arruinado, la Nación empobrecida y sin moral alguna, el comercio estancado, los Ejércitos y la Marina formados por gentes violentas e incapaces de obrar con autoridad".  

El informe de Malaspina molestó al arrogante, ambicioso e intrigante Manuel de Godoy y Álvarez de Feria Ríos Zarosa, el Primer Ministro. Este había asumido el cargo en 1792 – cuando la expedición llevaba algo más de la mitad de su periplo cumplido - e iniciado la guerra con Francia luego de morir en la guillotina Luis XVI. Era favorito de Carlos IV y protegido de su esposa, la Reina María Luisa de Parma – que pidió el informe al marino-, la misma que, a su vez, ejercía una manifiesta influencia sobre el soberano, del cual era prima carnal por línea paterna y pariente cercano por la materna. 

Las fuertes críticas de Malaspina golpearon directo a la gestión gubernamental que encabezaba, en ese momento Godoy, circunstancia que lo llevó a urdir una intriga cortesana de la que el gran navegante no supo cubrirse. Así el Primer Ministro consiguió acusarlo de conspirar contra el Rey. El marino fue detenido, juzgado y encarcelado en abril de 1796 en el castillo de San Antón, en La Coruña.  

Del éxito, producto de un esforzado trabajo, y con una impecable hoja de vida, Malaspina pasó a la condición de acusado y debió enfrentar el descrédito y la prisión. Sus escritos fueron considerados como "demasiado adictos a las máximas de la Revolución y la anarquía". Condenado a diez años y un día de reclusión, tras cumplir seis, y por influencia de Napoleón, que ostentaba el cargo de Primer Cónsul de la República francesa, su pena fue trasformada en destierro a su Italia natal, donde falleció el 9 de abril de 1810. 

Conclusiones 

El enorme esfuerzo de Malaspina y sus hombres, su trabajo científico y político de increíble visión y los cuantiosos recursos financieros que para la Corona española implicó la expedición fueron desaprovechados por ésta. Los documentos fueron ocultados. Hubo intentos de destruirlos en su totalidad, y aunque parte importante de ellos nunca fue encontrada algunos se les preservó en la Dirección de Hidrografía de Madrid, publicándose  recién en 1885, casi un siglo después. 

¿Qué circunstancias determinaron que Malaspina y su empresa expedicionaria tuviese tan inesperado como increíble desenlace?  

Hay que señalar al respecto que si bien el proyecto científico- político de Malaspina fue una decisión de Carlos III (1788), tomada bajo la proyección del contexto histórico de sus días, la Ilustración, y luego respaldada por su hijo y sucesor Carlos IV, la Revolución Francesa (1789) fue un acontecimiento que alteró a Europa y cambió radicalmente los escenarios políticos, los mismos que para el marino resultaban distantes o de los que no se sentía partícipe.  

Los historiadores coinciden en que con la muerte de Carlos III, el 14 de diciembre de 1788, terminó el reformismo ilustrado en España. El estallido de la Revolución Francesa siete meses después, el 14 de julio de 1789, hecho marcado por la Toma de la Bastilla, provocó verdadera conmoción en la Corte española -- por su ascendencia gala y su vinculación directa con su monarquía -- , convirtiendo el reinado de Carlos IV en un periodo mucho más conservador que el de su padre.

Años después, la invasión francesa a España arrastraría a ese país a un ciclo de revolución y reacción que marcaría el siglo siguiente, sin dejar espacio alguno para avanzar en un reformismo sereno como el que había desarrollado Carlos III. 

En el anterior contexto, la idea de Malaspina de crear con las colonias una Confederación de Estados, sumado a sus análisis, comentarios y críticas sobre la situación de la Corona, su gobierno y su conducta, entre otros aspectos, fueron los fundamentos para que el Primer Ministro Godoy, directamente afectado por tales argumentaciones, lo acusara de conspirar contra el Rey, en una reacción que buscaba defender su hasta ese momento sólida posición política interna y externa.

Años más tarde, el mismo Godoy negociaría con Napoleón el reparto de Portugal, (Tratado de Fontainebleau, octubre de 1807) y, a espaldas de Carlos IV, la posibilidad de un principado para él en el sur del invadido país. 

Sólo recientemente se ha comenzado a valorar la información que obtuvo esta expedición, de la mayor importancia en la Ilustración española. Así, en septiembre de 2004, la Editorial Universitaria, de Chile, publicó el libro “La Expedición Malaspina en la frontera austral del imperio español” de don Rafael Sagredo y don José Ignacio González, excelente trabajo que contiene los manuscritos de esta expedición relacionados con Chile y un análisis de ellos.  

Los autores señalan: La primera característica que es preciso hacer notar al abordar el tema de la presencia de la expedición encabezada por Alejandro Malaspina en la frontera meridional del imperio español, es que este no es un asunto que haya merecido la atención de los estudiosos de nuestra historia. Lo dicho nos permite afirmar que no existe ningún trabajo que aborde el problema de manera sistemática y de acuerdo con las exigencias de la historiografía actual, entre las cuales se cuenta el trabajo interdisciplinario cuando así lo requiere el objeto de estudio. Por el contrario, los escasos textos sobre la fase chilena de la empresa ilustrada solo son crónicas que la reconstruyen en sus hechos esenciales, sin ninguna pretensión analítica”. 

Finalmente debe destacarse que Malaspina en una visión ajena al contexto de la política doméstica de su país, demostró estar plenamente consciente de que el ejemplo de la Revolución en la América inglesa era un precedente peligroso para España. Los hechos así lo demostraban. Desde 1775 Inglaterra y sus colonias enfrentaban un período irreconciliable. En 1776 las colonias unidas en Norteamérica habían declarado su Independencia y organizado la resistencia armada nombrando a George Washington a la  cabeza del ejército. La guerra se prolongaría hasta 1881. La internacionalización del conflicto perjudicó los intereses de Gran Bretaña y favoreció la construcción de los nuevos Estados Unidos de América.

Es casi seguro que del análisis y proyección de lo ocurrido a los ingleses y sus colonias surgió en Malaspina la inquietud por llevar a cabo una expedición con doble propósito: científico y político. Y realizada ésta, el conocimiento directo de las realidades específicas de territorios diversos que le brindó tan gigantesca empresa lo impulsó a su propuesta política que planteó en su informe a la Reina María Luisa: instaurar para América hispana una nueva política destinada a dar mayor participación a sus habitantes en la toma de decisiones. De esa forma, pensaba el marino, se neutralizaría los naturales deseos independentistas.  

No es de extrañar, por tanto, que diversos autores, como Antonio Menchaca o Bruno Ferrari Bono, hayan visto en los axiomas políticos de Malaspina una influencia que se reflejó en el movimiento emancipador de las colonias de ultramar. 

¿Qué hubiese ocurrido con la historia de Hispanoamérica de materializarse las ideas de Malaspina? Queda la interrogante… 

Melipilla, Julio de 2006  

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Bibliografía 

“La Expedición Malaspina en la frontera austral del Imperio Español”, Sagredo y González, Editorial Universitaria, Chile, 2004 

“Alessandro Malaspina Meli Puli”, Sebastiano Milessi, Revista Mar, de la Liga Marítima de Chile 

“Antonio Malaspina, la mayor expedición española del siglo XVIII”, Emilio Soler Pascual -

“Los fotógrafos de la expedición Malaspina”, A. Bécquer Casaballe 

 “La expedición Malaspina”. Esteban Lerardo

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Enlaces externos sobre el tema:

Biblioteca del Mar

Wikipedia: Alejandro Malaspina

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Editor General del blog:

Manuel Fuentes Wendling


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