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ATENEO de MELIPILLA Juan Fco. González

Angel Conejeros Maldonado

<em>Angel Conejeros Maldonado</em>

Rosa de Sangre

Porque te desangras
ante mis ojos
pétalo a pétalo,
con mis ojos cerrados
te seguiré llorando
Rosa de otoño.

Seguiré oliendo
tu mágico perfume.
como cada mañana
al despertarte.
Con mis ojos cerrados
te seguiré amando
Rosa de invierno.
Te estaré regando
con mis manos mojadas
por el rocío eterno.
Con mis ojos cerrados
te seguiré cuidando
Rosa de mi tiempo.

Rosa, siempre rosa
de mis húmedas praderas.
Te abrirás con el sol
de mis íntimos desvelos.

Nuevo tiempo

Tuve que andar unos años,
esperar que pasara un siglo,
avanzar entre la muchedumbre
de la mano del destino,
volar las montañas
para encontrarte.

Salvé las distancias del laberinto,
crucé los desiertos nocturnos
y los mares solitarios;
rocé con los labios amaneceres
soñando el azul incomparable.

¡Cuántas estrellas para ver el camino!
¡Cuántas rosas para tus pies!
Cuántas veces canté tu llegada
sin despertarte,
para que después
tu oyeras el concierto,
pues mis cantos eran
una muchedumbre en el camino.

Todos mis versos
alegres y bellos,
tristes o vacíos,
te pertenecen.
Son una corona en el tiempo
para tus ojos y tus besos.

¡Cuántas estrellas para ver el camino!
¡Cuántas rosas para tus pies!
Tuve que andar unos años,
esperar que pasara un siglo,
para encontrarte.

Morir de amor

Tengo el invierno pintado en mis caminos,
embargada la voz
en un hielo desamado.
las manos constreñidas por el sol ausente
y las bestias dormidas en la frontera.
Como de vez en cuando
de los frutos que bota el viento,
bebo de la uva amarga del duelo.
El invierno se va quedando abreviado
en una copla congelada.
Mi sueño, el amor de la noche celeste
se va a morir tranquilo, sin estada;
Y este invierno de ayuno y cautiverio
voy a morir de amor, como una parra.

Invierno

Cuando no hay más que lluvia
que clava las distancias,
es necesario entonces
mirar por la ventana,
colgar los cuadros en el muro vacío,
besar tus senos desnudos,
deslizar mis palabras
en tu fuente cálida;
enredar mi tiempo
entre tus piernas,
beber el sol
entre miradas.

Perfomance sexual

Siento el virus del deseo
que deambula por el escenario
y que se clava en tus ojos.
Las palmas de los pacientes
que miran absortos e insaciables
aceleran el clímax de nuestras miradas
y en una convulsión de jadeantes estrellas
tomo posesión de tu secreto publico,
haciendo que nuestra sangre se dialice
en una diáspora de frenesí,
copulando todos los pensamientos
que explotan
en lo más recóndito de
nuestros mundos,
amándonos hasta el orgasmo caligulano
temporal que humedece todas las garganta.

Después de la lluvia
Hay una rosa en nuestras manos
Enamorada del viento y del sol.

(Del libro "Los de la vuelta de la esquina". Publicado el año 2004)


Entre ríos, montañas y quebradas

Yo nací
en medio del rocío de los campos,
del fragante aroma del espino florecido,
la tristeza del arrullo
del tierno cuculí,
y el sabor amargo
del pequeño maqui.
Entre coiles y guillaves,
entre minas y diablos.
Valle de Logroño,
canto del Maipo.
Cantillana oliendo las nubes,
Horcón de Piedra que sostiene los vientos,
Talamí, la silla del descanso.
Allí, donde la nieve
es el eterno sombrero del verano,
y la lluvia,
sólo el triste llanto del invierno.
Donde la gente es amiga de su gente
y se encierra para ver correr el agua.
Heredo el sueño de mi tierra.
Canto en las letras escondido
como canta el río,
allá, lejos,
en medio de su camino.
Tal vez nací triste.
Tal vez nací alegre.
En medio de tanta belleza.
Heredo lo amargo
y negro del maqui;
Lo dulce del coile perdido en las quebradas;
Lo tierno y fresco del guillave
en la temprana mañana.
Yo nací aquí,
en esta tierra de paja.

La cruz del tiempo

Aquí, en este valle
donde el sur viene galopando
la puerta de entrada
y el viento canta tu nombre,
sueñas conquistar el mundo
con tus cerros poblados
de cruces y esperanzas.
Aquí, donde la brisa baja
a comprar las tardes,
a pintar risas en las puertas,
queda el alma contrita
mirando hacia el norte,
donde se va corriendo
la primavera.
Nos queda la noche
para soñar con la luna.
Mágica luz,
vigía artesana;
y el alba que nos está esperando,
por los cuatro puntos cardinales,
para seguir pintando
tu paisaje.

Melipilla

Amo de ti tus murallas,
tus calles cortas,
envejecidas,
vestidas de piel desnuda,
tu arcilla fracturada.

Amo tus caminos perdidos,
de huellas imborrables.
Tu manera de tenerme
en todas tus esquinas,
donde nunca he estado.

Amo tus flores,
tus senderos;
mis sueños enterrados.
La corta distancia que hay
entre tu mundo
y mi mundo.
Y el deseo de volar
que nos invade.

Tristeza (A la Hacienda Loncha de Alhué)

Cazador,
la llovizna del invierno
ha impregnado el camino
con olor a tierra mojada.
Tus pasos se detienen.
La “garuga” moja tu alma;
refresca las horas de una jornada
que recién comienza.

El campo infinito
de la casa bendita
se ha quedado en silencio.

El trino de los pájaros
se ha ido a otros lados,
de árboles lejanos
de ojos extraños,
sin ladridos de perros.

Cazador,
¿Qué ha pasado en el campo?
La puerta de tu casa está cerrada.
Morirás, acaso, ausente,
como murieron tus abuelos.
Dejando una huella
con olor a tierra mojada,
ausente de trinos y de gestos

(Del libro “Melipilla: lugar de encuentro”. Publicado el año 2006)

El último segundo

Vengo llegando al final de este milenio
con todos los gritos, con todos los aullidos,
con toda la música salvaje,
sintetizada; de tambores y de risas.
No sólo traigo la emoción y el peso del honor
de los que se creen dueños de la historia,
sino también el peso de los muertos,
de los pobres, de los vencidos, de los adoloridos;
traigo el peso de los que han regado
de llanto el silencio,
de los que han hecho la historia.
Vengo con la idea de que es bueno llegar.
de que es bueno saber de la batalla,
de no olvidar,
para saber ganarle al tiempo que viene.
Vengo con la idea de que estamos aquí,
con serpentinas blancas, lilas, rojas y moradas;
con un viento de trompetas...pero
también de clarines.
Que estamos aquí y sabemos
a qué costo hemos llegado.
Vengo con la idea de brindar por los muertos,
por los vencidos, por los mutilados
de una historia bélica, estremecida;
con la idea de brindar también
por los que se han atrevido
a bajarse de los portaviones,
a tirarse al agua para llegar a la costa;
por los que se han negado
a encender las antorchas
en los pozos de Kuwait o Irán;
con la idea de brindar por los que pensaron
la Declaración Universal de los Derechos Humanos;
por los que han creído en los Ecosistemas,
en la pureza e inocencia de los Boys Scout;
por los que siguen soñando
que las Olimpiadas unen y sirven.
Vengo con la idea de sentarme
en el último segundo de este siglo,
para agradecer
que las Palomas viven,
que las palmas se juntan aún para orar
y para aplaudir;
que la sonrisa aún tiene la fuerza
de mover otra sonrisa;
que los ojos no se dislocan
y que las manos aún tienen
ese lenguaje inagotable
que no necesita traducción.
Vengo con la idea de brindar
por los generales que han perdido la batalla,
que están presos de su honor,
de su conciencia y de sus errores;
de brindar por todos los líderes vencidos,
por los que están en la oscuridad
y por los que preparan
la batalla de la supervivencia.
Vengo llegando al final de este milenio,
de este siglo;
de esta década, de este año,
con la ilusión de ser un espíritu que canta
en todos los cuerpos,
admirable voz del pensamiento
que se plasma en el músculo rígido del hombre
y que se alimenta
en el seno materno de una mujer.
Donde todo el peso de la historia está conmigo;
el azul y el negro; el blanco y el rojo;
el arcoiris de la verdad
fundado en el cielo azul de mis amores
o, en el oscuro pensamiento de mis pecados;
o en el blanco oscuro de la inocencia nueva
o, en el rojo doliente de la sangre vertida.
Vengo con la idea de sentirme tuyo y tuyo;
Mujer y Hombre,
para decirlo como poeta:
la historia admirable os pertenece.
Yo canto y brindo
por toda esta crema condensada
que fluye por este cono del tiempo;
con olor a parto doloroso,
a llanto inocente y verde junco;
a besos y reveses,
a adulaciones y rezos,
a engaños y placeres,
a conquistas y dudas.
Vengo a beberme el último segundo de este siglo,
de este año:
de las dos mil veces conversado,
de las dos mil estaciones de la historia,
de las dos mil vía crucis,
de las dos mil vigilias,
donde esta tierra ancha y generosa
ha sido caminada mil veces.
Vengo a brindar por ti, Hombre y Mujer,
por el desnudo pecho de tus dolores,
de tus generosidades,
abrazándote de Sur a Sur,
de Mar a Mar,
para brillar en tus ojos
como el lucero de la noche
el Amor que guía todas las cosas.

Tal vez no moriré en París

Tal vez no moriré en París
como Vallejo,
porque a París llegan a morir los grandes
o a enfermarse
y morir en sus patrias.
Tal vez moriré
en este mismo terruño amado,
asentando mi cabeza
sobre las viejas ideas, mis huesos
sobre la tierra cansada,
mi sangre sobre venas inmóviles,
mis versos sobre los vientos que se ahogan,
cerrando los ojos sobre un escenario
ya visto
o lisa y llanamente descansando mi peso
en los brazos de un amor desconocido,
enamorada de los labios azules,
de los ojos ausentes.
Del alma en sueño.
Yo también tengo un Jueves:
“Jueves del Amor” como le he llamado,
donde estoy comenzando a enfermar de poesía,
a recoger con mis manos hasta la ultima gota de luz
que refresca nuestras noches,
donde sabios y clandestinos paladines del verso,
se contagian y ríen con serpentinas de palabras
que se llevan entre abrigos, tapamugres y bufandas.
Cada noche que pasa vuelo a París
y a otros confines del mundo,
pues me parece conocer al hombre
en todos sus rincones.
Sólo me falta abrazarlo y beberme con él
el café de la nostalgia
de los castillos nuestros.
No sé por qué cosa
siempre pienso en París
y también pienso en la muerte.
Quizás la muerte jamás esté conmigo
porque no me dejarán ir,
entonces tengo todo el tiempo del mundo
para pintar otoños de colores,
ponerle brisa a las alamedas anchas que se abren,
esperar los Jueves del amor toda la vida,
embellecer los huesos de esta torpe investidura,
acortar la distancia de mis ojos perdidos,
despertar algunas veces esta alma
que sigue durmiendo,
y buscar el mejor lecho,
blando, placentero y cálido,
para resistir toda
esta dulce enfermedad de poesía,
tal vez no moriré en Paris
como Vallejo.
Moriré despierto en este
terruño amado.

( Del libro “Vuelos literarios 3”. Publicado el año 2001)

2 comentarios

Raquel Sanhueza -

Todo lo que escribes es maravilloso es por eso que eres mi poeta preferido
cariños
Raquel

Alejandro Conejeros D. -

excelentes poemas, de un gran artista literario.